Capítulo 10º — El español en América 
 Contenido 
  1.  Aportaciones léxicas de las lenguas indígenas 
  2.  El español en América y en España 
  3.  Zonas dialectales de América 

Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, el español ya se había consolidado lingüística y políticamente en la Península: tenía una extensa tradición literaria, se había publicado ya la primera gramática del español y era la lengua de la administración y el comercio en todo el territorio, tanto castellano como aragonés.

Este español que los colonizadores llevan a América es ya una lengua definida aunque, naturalmente tiene muchas realizaciones regionales (andaluza, castellana septentrional, castellana central, vasca, etc.). No obstante, la lengua que atraviesa el océano tiene un carácter uniforme. Esta uniformidad, independientemente del origen de los colonizadores, se debe principalmente a dos factores:

1. Más de un tercio (35,8%) de los colonizadores, aventureros o conquistadores, eran andaluces. Los que no lo eran debían pasar largas temporadas juntos en Sevilla esperando a que partiese un barco. Esta convivencia y la necesidad de integrarse que tenían los que de fuera venían, sirvieron para igualar algunas de las diferencias que podrían tener en el español de su región de origen y asimilar otras características del español andaluz (sevillano) durante su estancia en estas tierras.

2. Una vez en América, la lengua que traen andaluces y no-andaluces sufre una nivelación dialectal y se transforma en una variante más del español, la de los colonizadores. Esta variante no sólo será vehículo de comunicación para todos, sino también signo de identidad para los españoles.

Sobre el "andalucismo" del español en América se ha escrito mucho. Algunos (Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso, etc.) rechazan la base lingüística andaluza del español en América; para otros este andalucismo es innegable (M. L. Wagner, R.M. Pidal); y para otros (G. Salvador), no podemos hablar de andalucismo, sino de "sevillanismo".

Paralelamente al avance de la conquista y a la entrada en contacto de la lengua española con las lenguas amerindias, van surgiendo las primeras variantes del español en tierras americanas.

En el capítulo 8 mencionábamos estas lenguas, pero podemos recordar también aquí que se trata de más de 123 familias de lenguas; de ellas, por ser las de mayor extensión, recordemos: el náhuatl (Centroamérica), el caribe (Caribe), el arahuaco (Caribe), el taino (Caribe, de la familia arahuaco), el maya (sur de México y Yucatán), el quechua (Perú, Ecuador, Bolivia), el chibcha (Ecuador y Colombia), el tupi-guaraní (Paraguay), el mapuche (Chile central y la Pampa argentina), el aimara (Bolivia).

Al igual que le pasó al latín que trajeron los conquistadores romanos cuando invadieron Hispania, el español que llega a América pronto dejó de ser la lengua de los conquistadores para convertirse en la lengua de los conquistados. Pero estos "conquistados" -al igual que ligures, celtas, íberos, várdulos, etc. en los siglos III-I a.n.e. en Hispania- tienen una lengua propia, lo cual implica hábitos articulatorios en la pronunciación que transfieren a la nueva lengua; también tienen un vocabulario (fauna, flora, costumbres locales, etc.) que no contiene el español, por lo que tendrán que seguir usando -introducir en el español- palabras amerindias.

Se ha de tener presente cuando hablamos del español en América que el sustrato amerindio es determinante en la formación de las múltiples variantes americanas. Algunas de estas lenguas sólo utilizan tres vocales (a, i, u) y el sistema entonativo es diferente en cada una de ellas, etc. Así podemos comprender fácilmente que sean frecuentes las confusiones entre vocales anteriores (e, i: dispertar/despertar, mesmo/mismo) y posteriores (o, u: revulución/revolución, sospiro/suspiro); resulta lógico también que la entonación de los mejicanos, chilenos y andaluces sean tan diferentes entre sí.

A la influencia del sustrato hay que añadir la política lingüística de los conquistadores. Los españoles no establecieron el español como lengua obligatoria, sino que hicieron todo lo posible (Véase 8.4.2.) por difundir las lenguas indígenas. Sólo tres siglos después de iniciada la conquista, en 1770, y a punto ya de independizarse las colonias, Carlos III impuso el español como lengua oficial en los territorios del imperio. El auge del español en América se debe principalmente a la política lingüística de las nuevas repúblicas independientes en el XIX que establecieron el español como lengua oficial. Si no hubiera sido así, no seríamos hoy 500 millones de hispanohablantes.


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