La lengua literaria (norma culta) que para finales del siglo XIV -como decíamos en el apartado anterior- se había configurado y consolidado, reflejaba la variedad de las zonas lingüísticas del castellano, principalmente la burgalesa y la toledana. Aunque esta norma escrita coincidía más con esta última por encontrarse en Toledo la corte, reflejaba también formas y usos característicos de la Castilla vieja, de León y de otras zonas. El castellano medieval -como el español del siglo XXI- era una lengua de todos pero sin ser la forma exclusiva de nadie.