Capítulo 9º — El español después del Siglo de Oro. XVIII y XIX 
 9.2. El siglo XIX 

 9.2.2.2.  Evolución de la lengua 

d) Diccionarios académicos y no académicos

La Real Academia Española había publicado en 1739 el Diccionario de Autoridades y posteriormente, en 1780, el Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española.

Para los neologismos técnicos del XVIII y que no tecoge la Academia, Esteban de Terreros había publicado (1786-1793) el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes.

Durante el XIX la Academia continúa su excelente labor lexicográfica con la publicación de diez ediciones de su diccionario. Es consciente de que hay un léxico técnico que se usa a ambos lados del Atlántico pero que no recoge, o sólo mínimamente.

En la edición de 1843 dice: «La multitud de términos facultativos pertenecientes a las artes y a las ciencias […] solo debe admitir aquellos que saliendo de la esfera especial a que pertenecen han llegado a vulgarizarse, y se emplean sin afectación en conversaciones y escritos sobre diferentes materias».

La carencia de tecnicismos en los diccionarios académicos será pronto solventada por lexicógrafos ajenos a la institución oficial. Estos autores utilizarán como base para sus diccionarios el de la última edición de la Academia al que añaden el léxico que ellos consideran necesario.

M. Núñez de Taboada (1825), Diccionario castellano.
C. Pla y Torres (1826), Diccionario de la Lengua Castellano por la Academia Española.
J. Peñalver (1842), Panléxico, Diccionario Universal de la Lengua Española.
V. Salvá (1846), Nuevo Diccionario de la Lengua Castellana.
R.J. Domínguez (1846-1847), Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española.
A. De Castro (1852), Diccionario de la Lengua Castellana.
E. Chao (1853-1855), Diccionario enciclopédico de la lengua española.
A. De Castro (1853-1855), Diccionario Enciclopédico de la Lengua Española.
A. De Castro (1853), Nuevo Diccionario de la Lengua Castellana.
Gaspar y Roig Ed. (1853-55), Diccionario Enciclopédico de la Lengua Española.
R. Campuzano (1857), Novísimo diccionario de la lengua castellana.
J. Caballero/C. De Arnedo (1865), Diccionario general de la lengua castellana.

Esta proliferación de obras lexicográficas responde no sólo a motivos lingüísticos sino también políticos y económico-comerciales.

Tanto España como las nuevas repúblicas hispanohablantes de América han tomado la decisión política de implantar el español como lengua nacional. Esta política lingüística exige la difusión de la uniformidad de la lengua, por lo que será necesaria la publicación de diccionarios que definan, limiten y aumenten el léxico común a todos.

El motivo para que los gobernantes españoles y los de las nuevas repúblicas americanas lleguen a la misma conclusión no se debe al menosprecio de las otras lenguas, como el gallego, el maya, el vasco, el náhuatl, etc., sino a que consideran, de manera simplista, que el uso de una sola lengua será más eficaz tanto en la educación de los ciudadanos como en la Administración.

Las nuevas técnicas en la industria, la agricultura y los transportes necesitan ser divulgadas para facilitar el acceso a la información de los ciudadanos y así conseguir un mayor progreso de las naciones. Esta labor divulgativa la realizarán los trabajos de investigación y los manuales traducidos de otras lenguas, los glosarios explicativos de los textos que les preceden y, naturalmente, los diccionarios en los que se definen y explican las nuevas terminologías.

Dice el gramático venezolano Andrés Bello en 1831: "Entre las innumerables faltas y privaciones a que estamos condenados en esta parte del mundo no es la menos persistente y perjudicial la de libros útiles y elementales para la instrucción de la juventud (...) Yo he propuesto al gobierno como medio de suplir esta falta, el de hacer traducir e imprimir en Europa las obras modernas más acreditadas".

Una muestra importante de la fuerte demanda de este tipo de productos -diccionarios- en el siglo XIX es el Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española de R.J. Domínguez del que se hicieron diecisiete ediciones entre 1857 y 1889.

La popularidad del diccionario de Domínguez reside en parte en que no se trata sólo de un diccionario (definición de conceptos) sino de una diccionario enciclopédico (definición y explicación de los conceptos). Este modelo híbrido (entre diccionario y enciclopedia) lo utilizaron también otros autores ya que al estar introduciendo terminología nueva, el lector necesita información adicional, enciclopédica.

Domínguez, por ejemplo, incluye también estas explicaciones con conceptos que no requerirían información adicional, como es el de miel "licor espeso, dulce, transparente y agradable que muchos insectos himenópeteros y sobre todo las abejas, forman con la sustancia de las flores, y encierran para su sustento durante el invierno en las celdillas de cera que á este fin hacen antes. La miel difiere por el sabor según la naturaleza de flores que predominan. Dicen que...".


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