Capítulo 9º — El español después del Siglo de Oro. XVIII y XIX 
 9.1. El siglo XVIII 

 9.1.2.1.  Diccionarios

La sociedad de este siglo XVIII está viviendo una época de renovaciones, innovaciones y educación social que necesita conocer nuevas ideas políticas, filosóficas, pedagógicas; nuevas técnicas agrícolas, industriales, científicas, etc. Esto hace indispensable un nuevo vocabulario, ya sea por traducción de textos extranjeros o por creación de nuevas palabras. Igualmente, heredados del barroco anterior hay una gran cantidad de neologismos y extranjerismos que necesitan ser integrados definitivamente o eliminados de la norma léxica del español. Por todo esto la primera labor a la que se lanzó la Academia fue la creación de un diccionario.

Entre 1726 (A-B) y 1739 (S-Z) se publicó el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española. El nombre le viene de incluir, junto con las definiciones de los términos, ejemplos sacados de las obras de autores clásicos. Posteriormente, para hacerlo más manejable, ya sin las citas de los autores, se publicó el Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española (1780). El diccionario incluye más de 40.000 entradas (11.000 tenía el de Covarrubias).

Inicialmente se establecieron dos únicas restricciones al contenido del diccionario: los nombres propios y las palabras malsonantes. En la versión final, no obstante, tuvo más peso el uso dado a las palabras por los autores clásicos que la posible violencia que algunas palabras o expresiones podrían causarle al pudor de hablantes sensibles. En su afán de realizar una recopilación y descripción léxica de la lengua española, además de coloquialismos y vulgarimos, el Diccionario de autoridades incluye también tecnicismos y provincialismos, usos dialectales y americanismos. Estas tres características (coloquial, técnico, dialectal) le diferencian de los diccionarios europeos de la misma época que no consideran que este léxico específico pueda ir incluido en un diccionario que quiera definirse como normativo.

A finales de siglo se publica el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-93) de Esteban de Terreros y Pando. El autor nos dice que «El plan de toda la obra es formar un Diccionario universal del común del idioma y de las ciencias, artes mecánicas y liberales, y como por aditamento un índice de Jeografía todo en las cuatro lenguas Española, Francesa, Latina e Italiana, con sus cuatro abecedarios respectivos». Tiene 60.000 entradas (varios miles más que el Diccionario de Autoridades), y 180.000 acepciones. En el último tomo recoge 35.000 entradas en la parte italiano-español, 45.000 en la parte francés-español y 26.000 en la de latín-español. En el trabajo de recogida de entradas, no sólo utilizó el material existente, sino que se recorrió hospitales, cuarteles, fábricas, talleres, cámaras de comercio, etc., recogiendo in situ el léxico de ciencias médicas, militares, ciencias jurídicas, marina, bellas artes, construcción, agricultura, ganadería, heráldica, actividades lúdico deportivas, manufacturas textiles, ciencias ocultas, humanidades, religión, comercio, etc. El diccionario responde a la necesidad de poner en orden la gran cantidad de tecnicismos que van surgiendo en esta nueva sociedad ilustrada y que deben ponerse a disposición del público para que así la sociedad progrese.


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