Capítulo 4º — Roma y la(s) lengua(s) de Roma 
 4.2. El latín de Hispania 

El latín que llega a Hispania es un latín anterior a la lengua de la época clásica latina, un latín antiguo, por lo que muchas de las formas utilizadas en Hispania desaparecerán o caerán en desuso en el latín de la metrópoli, en Roma, en el latín clásico.

Aunque el territorio hispánico estaba en constante contacto con la metrópoli, Roma, los cambios e innovaciones que se producían en el latín metropolitano no siempre llegaban hasta Hispania o, si lo hacían, no conseguían suplantar a las formas en uso. Estas formas anteriores, arcaísmos, subsistirán en los romances hispánicos.

Este carácter arcaico está relacionado con el hecho de que Hispania era una zona alejada, «lateral», e incluso «marginal», del Imperio. Según la "teoría de las ondas" la intensidad de las ondas producidas por una palabra nueva al caer sobre el agua-territorio es menor cuanto más alejada del centro esté la onda. Esto puede explicar las numerosas coincidencias, de orden léxico sobre todo, entre los romances hispánicos y el rumano. Los elementos arcaicos de la península Ibérica guardan cierta semejanza con los del rumano, los del sur de Italia, y los de las islas del Mediterráneo occidental, mientras el francés y el italiano, más cercanos al "centro" se caracterizan por un carácter más innovador.

Algunos de estos arcaísmos se remontan a la época de la conquista: rostrum 'pico, hocico' > «rostro», capitia (de capitium 'capucha, orificio superior de la túnica') > «cabeza», perna 'pernil, jamón' > «pierna», aptare > «atar», cova > «cueva», cuius/a/um > «cuyo/a», y quizá los indefinidos "ninguno" y "nada".

Recordemos, no obstante, que cuando hablamos de este aspecto arcaizante, estamos hablando del léxico únicamente. En lo que a la evolución fonética o morfosintáctica, el romance castellano es innovador. Entre esas innovaciones podemos mencionar el desarrollo de a (< ad) ante ciertos complementos objeto directo (CoD) para evitar confusiones con los sujetos: El cerdo muerde al perro.

El latín instalado en Hispania debió de presentar, según hemos visto, particularidades notables debidas a causas diversas (lenguas antiguas, tiempo de difusión, intensidad de los contactos con la metrópoli, etc.). No obstante, era la misma lengua del resto del Imperio, la que Roma, su cuna, había difundido por casi todo el mundo entonces conocido.

La latinización de Hispania fue, en líneas generales, completa. Son pruebas clásicas de esta romanización y latinización profundas los autores latinos de origen peninsular, la existencia de grandes focos de latinidad en la Península, y el origen hispano de algunos emperadores romanos. Pero la mayor prueba es que con el tiempo el latín se convirtió en la única lengua empleada hasta en los escritos más humildes. Y es de ese latín hablado por todos, el «popular» o «vulgar» (frente a la modalidad literaria más fija), de donde surgieron las lenguas romances y, entre ellas, el castellano.

Autores de origen hispano: Séneca, Marcial, Columela, Lucano, etc.

Ciudades hispanas famosas en Roma: Hispalis, Corduba, Emerita, Tarraco, etc.

Emperadores de origen hispano: Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Teodosio.


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