Capítulo 4º — Roma y la(s) lengua(s) de Roma 
 4.3. El «latín vulgar» 

El latín, como cualquier otra lengua, tenía diferentes expresiones, unas cultas y literarias utilizadas por las clases altas, senadores, escritores, etc. en situaciones oficiales o en sus escritos; y otras más populares usadas por las clases altas en situaciones relajadas o familiares, y por todas las demás clases, medias, bajas, artesanos, labradores, soldados y esclavos. Para resumirlas de alguna manera "podemos" hablar de "latín clásico" y "latín vulgar", pero recordando que no se trataba de códigos lingüísticos separados o conceptos que se excluyeran mutuamente. Aunque cada variante tenía sus propias particularidades, todas compartían un mismo vocabulario, una misma morfología y una misma sintaxis. Por "latín clásico" se entiende la lengua escrita, no hablada, y por "latín vulgar" casi el resto de la totalidad de variantes. Por lo tanto, los criterios que caracterizan esta lengua, el "latín vulgar", son de tipo estilístico (diafásicos), histórico (diacrónicos) , social (diastráticos) y dialectal (diatópicos).

Para entendernos en esta diferenciación, piénsese en las diferencias existentes entre el español académico, el que se enseña, por ejemplo, en las universidades; y el español hablado en cualquier barrio de Madrid, rico o pobre, o de Nueva York o de Fernando Poo (Guinea Ecuatorial) y tendremos una idea de las diferentes realizaciones que el latín tenía a lo largo de los territorios conquistados por Roma. Si los territorios hispanohablantes actuales quedasen incomunicados entre sí, como les pasó a los latinoparlantes, cada cual desarrollaría su propia lengua a partir de la variante "vulgar", no de la académica.

No debe confundirse este latín vulgar con el latín que se escribía en la decadencia del Imperio, ni tampoco con el bajo latín usado durante la Edad Media. El latín vulgar, podríamos decir, es más antiguo que el clásico, y, por lo que al español se refiere, empezó a existir desde el primer momento de la conquista de Hispania en el siglo III antes de Cristo.

Sobre el tema de la unidad o diversidad de este latín vulgar o, en general, la del habla latina, se ha escrito mucho. Para algunos la diversidad empieza en la época misma cuando el latín se implanta en un nuevo territorio y empieza a mezclarse con las lenguas sustrato locales. Así casi podríamos decir que las lenguas romances ya existen incluso en el s. I (o II) a.C. Otros, por el contrario, han llegado a afirmar que la unidad lingüística latina llega hasta el s. VIII. ¿Hasta cuándo latín «clásico» y «vulgar» son variantes de una única lengua? ¿Desde cuándo hay «varias» lenguas romances

Para conocer este latín no disponemos de "textos en latín vulgar", pero podemos encontrar textos con características morfológicas, sintácticas, léxicas y fonéticas que no concuerdan con lo que sabemos del latín clásico, del latín estándar. Estos "errores" cometidos en textos escritos por personas cultas y no totalmente cultas nos revelan cómo era la lengua coloquial, el "vulgar"; también son de gran ayuda los gramáticos latinos que horrorizados ante los errores generalizados escribían tratados como el Appendix Probi en los que condenaban algunas palabras y expresiones y que, de esta manera, han transmitido una excelente recopilación de vulgarismos en determinadas épocas.

Los textos que han servido para conocer este latín vulgar:

1. Obras de gramáticos latinos criticando determinados usos lingüísticos. El primero fue escrito ya hacia el 300 d.C por Apio Claudio. El más conocido es el Appendix Probi.

El Appendix Probi fue probablemente compilado en África -posiblemente- en el siglo III (o IV o posteriormente) d.C., no por Probo, sino por algún gramático posterior y cuyo texto fue añadido al manuscrito de la obra de Probo como "apéndice". En el Apéndice se nos dice (por el sistema "A no B") que se debe decir:

- "calida non calda, masculus non masclus, tabula non tabla, oculus non oclus" (caldo, macho, tabla, ojo), lo cual significa que en el s. III el acento de intensidad había empezado a minar la estabilidad de la vocales postónicas (y pretónicas);

- "vinea non vinia, lancea non lancia" nos indica que la vocal e en contacto con a se estaba transformando en [semi]consonante y [j] que resultaría en la palatalización de la consonante con la que estaba en contacto (viña, lanza);

- "auris non oricla" nos dice que se habían reducido los diptongos (au > o) y que el vulgar prefería los diminutivos (-cl) (oreja);

- "rivus non rius", las fricativas interiores estaban desapareciendo;

- "pridem non pride", la -m final no se pronunciaba, etc. etc.

2. Glosarios latinos. Son vocabularios breves y rudimentarios en los que se explica (se glosa) palabras o expresiones que se han vuelto difíciles de comprender. Para el español son importantes: Isidoro de Sevilla (hacia 570-636), autor de Origines sive etymologiae, donde aparece mucha información sobre el latín tardío y popular, tanto de España como de otros lugares. También pertenecen a este tipo de textos las famosas Glosas Emilianenses (La Rioja ¿mitad del S. X?) y las Glosas de Silos (Burgos, S. X).

3. Inscripciones en las lápidas de las tumbas o los grafitis de las paredes de Pompeya y Herculano.

4. Autores latinos que de forma intencionada utilizaban en sus obras estilos descuidados o familiares. Por ejemplo, Cicerón en sus cartas se servía de la expresión mi vetule (mi viejo). Otros, como Plauto, ofrecen en sus obras diálogos propios de la gente de la calle. Merece una especial atención El satiricón (60 a. C.) de Petronio, novela picaresca repleta de charlatanes vulgares y obscenos.

5. Escritos técnicos con una finalidad práctica, no literaria, como pueden ser los libros de cocina, agricultura, construcción, etc.

6. Textos cristianos con intención propagandística de la religión con un lenguaje sencillo, para que pudieran tener una mayor difusión, o textos escritos por cristianos no excesivamente cultos.

7. Textos de escritores cultos posteriores al siglo III cuando el nivel cultural de Roma y de sus dirigentes e intelectuales era inferior al de los siglos precedentes;

8. Préstamos de vocabulario realizados del latín o al latín en los que se refleja la sincronía fonética.

Pero estos documentos informantes son escasos y la fuente principal para el conocimiento del latín vulgar es la comparación entre las diversas lenguas romances. Sabemos, por ejemplo, que ferus (en el conocido latín clásico) dio en español y en italiano "fiero" y en francés "fier"; sabemos también que pedem dio esp. "pie", fr. "pied", it. "piede". Estos y otros ejemplos no permiten llegar a la conclusión de que la e breve acentuada se pronunciaba en latín vulgar como un sonido abierto que posteriormente se diptongaba en ie ya que en la mayor parte de la Romania así ocurre.


 Anterior   Siguiente