Siguiendo los modelos ideológicos de la época, la literatura se somete a los principios de claridad, universalidad de temas y finalidad de educar al público para así contribuir al progreso social. El escritor ya no escribe para entretener o para crear algo hermoso, sino para transmitir un contenido educativo. Por este motivo, géneros como el ensayo o la fábula tendrán un notable desarrollo.