Capítulo 11º — El español actual. La unidad 
 11.2 "La" característica del español actual:la unidad 

 11.2.2.  El español, lengua vehicular

¿Cómo es posible, entonces, que el español tenga en la actualidad este carácter unitario? Los motivos podemos resumirlos en uno: el español fue, en el momento de su nacimiento, ha sido desde entonces y sigue siendo en la actualidad una lengua vehicular, utilizada por todos los hablantes de distintas diversidades para comunicarse entre sí, pero que ninguno habla como lengua materna.

Las otras lenguas romances, incluidas las peninsulares, son el resultado de transformaciones que el latín tiene a lo largo de los siglos en determinados territorios. Cuando en el siglo IX aparece lo que podría ser un ejemplo de español -las glosas emilianenses-, el catalán, el gallego, el aragonés, el leonés, el occitano, etc. llevaban ya mucho tiempo existiendo como lenguas romances diferenciadas del latín. En el siglo VIII el español no existía todavía aunque es una lengua derivada del latín. Su nacimiento es artificial.

En el siglo VIII los árabes habían conquistado prácticamente todo el territorio peninsular; sólo en los territorios montañosos del norte se conservaban comunidades cristianas más o menos independientes del poder musulmán. A lo largo de los 800 años siguientes estos territorios se convertirían en reinos y, no obstante las guerras y demás enfrentamientos que mantuvieron entre sí, consiguieron hacerse con todo el territorio peninsular. La conquista de los territorios árabes fue lenta. Los territorios cristianos enviaban soldados-agricultores a los territorios fronterizos para hacerse con el control de los mismos. Estos proyectos de conquista estaban abiertos a todos los interesados, por lo que los soldados-agricultores no procedían de una única región, ni compartían una misma lengua. Cuando el reino de León empezó la conquista de los territorios del norte de la actual provincia de Burgos y zonas limítrofes, acudieron a la conquista leoneses, aragoneses, vascones, riojanos, navarros, franceses occitanos y mozárabes. Pronto surgió entre ellos una lengua que les permitía entenderse conservando rasgos de la propia lengua y adaptando rasgos de la de los demás. Como el territorio recibió el nombre de Castilla, esta lengua artificial, vehicular, este esperanto de los soldados-agricultores fue llamado castellano, primera forma del actual español. Posteriormente Castilla se convertiría en una potencia militar y llevaría su lengua a los territorios conquistados.

Algo similar –necesidad de una lengua vehicular- ocurrió tras la independencia de las colonias americanas. Como arriba mencionábamos, España, durante la época colonial, se había preocupado de la difusión de las lenguas amerindias en escuelas y universidades, pero había descuidado la enseñanza del español. Cuando las colonias se independizan, los habitantes de estas nuevas repúblicas no comparten la misma lengua porque son varias las utilizadas en esos territorios. Para conseguir una cierta homogeneidad cultural nacional, los nuevos gobiernos independientes establecen ya desde el principio de la independencia que sea el español la lengua vehicular de todos los habitantes de manera que todos puedan conservar su lengua pero puedan comunicarse con los demás con una lengua común. Este hecho histórico es importante y debe ser recordado: la difusión del español no se debe a la labor realizada por España –salvo la labor realizada por el Instituto Cervantes desde hace una veintena de años-; el español se difunde y se conserva porque las jóvenes repúblicas americanas deciden que sea su lengua oficial. Si en el XIX estas repúblicas se hubieran decantado por el caribe, el quechua o cualquiera de las otras lenguas de las 123 familias lingüísticas americanas, el español tendría hoy una posición totalmente diferente.

A los ejemplos de la reconquista española y la independencia americana hay que añadir un ejemplo más de este carácter vehicular del español: los judíos sefardíes siguen hablando español. Desde Israel pasando por Tesalónica y los Balcanes hasta Marruecos hay una población que independientemente del paso del tiempo y la distancia geográfica existente entre los hablantes, sigue hablando español.

Cuando a finales del siglo XV la corona española (que incluye también Portugal en ese momento) decide la expulsión de toda la población judía de sus territorios, el español pasa a ser la lengua de nuevos territorios. Los judíos españoles de Bilbao, Barcelona, Valencia, Salamanca, Lisboa, etc. se llevan, además de los objetos personales más indispensables, dos lenguas: la que hablaban en su territorio, portugués, valenciano, vasco, etc. y la lengua que le permitía a toda la comunidad judía peninsular mantener los lazos de unión y la comunicación: el español. Las nuevas comunidades que se forman a lo largo de la costa mediterránea incluyen miembros de distintos orígenes peninsulares pero que tienen en el español su lengua vehicular y a la que se han aferrado hasta hoy en día como forma de conservar su identidad.

Cierto es que el español actual tiene multitud de variantes pero bajo todas ellas existe la unidad. Cada variante tiene una parte del léxico que es particular, característico de la región donde se habla, pero el 85 por ciento del léxico del español sigue siendo un léxico compartido por todos. Chavo, chaval, chamito, pibe, cuate, chiguito, etc. son palabras que pueden resultar desconocidas para algunos hispanohablantes, pero todos ellos conocen joven, chico, muchacho y pueden recurrir a ellas. Los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria o de Santiago de Cuba, cogerán la guagua para ir al centro, pero probablemente conocerán o reconocerán autobús aunque no sea la única forma de llamarlo (bus, micro, camión, colectivo, microbús, pesero, combi, omnibús, etc.) en otros territorios hispanohablantes.

También ha habido cambios en la pronunciación pero éstos no han significado el nacimiento de una nueva fonología en una determinada zona; el sistema fonológico del español no ha cambiado aunque han surgido alófonos, realizaciones particulares de determinados sonidos. El fonema /ʎ/ de caballo se realiza [ʎ] en algunas partes pero como [ǰ] o como [ʤ] en otras. Con el fonema /c/ de muchacho pasa lo mismo, puede realizarse [c], o [ʧ] o incluso [ʃ]. Es característico del español que el fonema /s/ se sonorice en [z] ante consonante sonora, como en mismo, rasgo; esta sonorización puede ser apical [z̺] (en muchas partes de España y también en los Andes centrales) o laminar [z̻]: musgo [múz̺ɣ̞o̞], [múz̻ɣ̞o̞]. Los castellanos pronuncian como interdental [θ] lo que el español define como dental [d]/[δ] cuando se encuentra al final de palabra [maδríθ], [maδríδ]. Pero éstas y otras muchas variantes no impiden que un castellano pueda entenderse sin problemas con un guatemalteco.

Hace ya tiempo que del castellano septentrional desapareció el imperfecto de subjuntivo: Me gustaría que vinieses/vinieras (español)/ Me gustaría que vendrías (castellano). Los sistemas pronominales de algunas partes de Argentina, México, Ecuador y España no coinciden: tú tienes, tú tenés, vos tenés, vos tienes. En el español de León, Asturias y Galicia (España), como en el de muchas partes de Hispanoamérica, el tiempo pasado y su relación con el presente no se entienden de la misma manera que en el español vehicular: ¿Ya desayunaste?,¿Ya has desayunado? Pero estas variantes no afectan a la estructura morfosintáctica del español. Distinta sería la situación si hubiese cambiado el morfema de persona de los verbos y tuviésemos Vos tenemos o Tú tiene_. Pero no, las formas pronominales cambian, pero la terminación verbal en –s, la que lleva la información de segunda persona singular en español se conserva. La estructura básica del español es compartida por todas las variantes.

Las diferencias léxicas, fonéticas o morfosintácticas que existen a lo largo del mundo hispanohablante no han minado el carácter vehicular de la lengua. Los mexicanos, con su diversidad de lenguas, saben que tienen una compartida por todos, el español. Los españoles, con su diversidad de lenguas, saben que tienen una compartida por todos, el español. Los bolivianos, …; los paraguayos, …

En la mayoría de los países hispanohablantes se hablan varias lenguas (en España, el gallego, el leonés, el bable, el vasco, el aragonés, el aranés, el catalán; en México la lista sería extensa por lo que mencionaremos aquí sólo las familias, cada una con varias lenguas: mayense oriental, mayense occidental, yucatecano, huasteco, totonacano, mixe-zoqueano, otomangue oriental, lenguas algonquianas, tequistlateco-chontales, yumano-cochimíes y yuco-aztecas; en Perú: aymará, resígaro, yine, axininca, bora, ocaina, etc.; en Argentina: quechua, guaraní, aymará, guaycurú, etc.). Además de estas lenguas, en cada país hispanohablante hay varios dialectos (En España: el castellano, el andaluz, el murciano, el riojano, etc.). Todos estos hispanos, independientemente de su origen, bilingües o monolingües dialectales disponen de un vehículo con el que comunicarse con “los otros”: el español.


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