Capítulo 9º — El español después del Siglo de Oro. XVIII y XIX 
 9.2. El siglo XIX 

 9.2.2.1.  El español y las otras lenguas del Estado

Durante el XIX se continúa con la política de centralización y unificación lingüística del Estado iniciada por los borbones durante el siglo anterior. Se rechaza la diversidad lingüística ya que se considera que ésta obstaculizaría la difusión del conocimiento y el progreso. Desde principios del XVIII en la Península y desde 1770 en las colonias, queda establecido que sea el español la única lengua que se utilice en la enseñanza y en la administración. Las diversas constituciones que se promulgaron a lo largo del siglo XIX hacen caso omiso de la realidad multilingüística del mundo hispano dando ya por supuesto que la única lengua de uso es el español aunque a veces -para que no hubiera confusiones- las nuevas leyes y normas promulgadas seguían insistiendo en que fuese el español la única lengua utilizada.

No obstante este marco legal, las nuevas ideologías del siglo XIX impulsarán el desarrollo de las otras lenguas peninsulares. En esta labor de desarrollo inicial tuvo especial importancia el proceso de escolarización y alfabetización llevado a cabo por el gobierno central. Aunque la escolarización se hacía en español, el hecho de poder leer y escribir sirvió para que la tradición oral de las otras lenguas peninsulares pudiese ser documentada y así conservada y difundida. Otro elemento esencial fueron los "juegos florales". En estos concursos se premiaba las mejores composiciones en poesía o prosa escritas en la lengua propia, lo cual consiguió -al ser eventos públicos muy participados- no sólo que se revalorizase la lengua propia, sino también que las diversas variantes existentes tendiesen hacia una mayor uniformidad de manera que fuesen entendidos (y así premiados) por un mayor número de participantes.

Los juegos florales fueron instaurados en el 173 a.n.e. en Roma. Estaban dedicados a la diosa Flora y en ellos se celebraba el esplendor de la primavera. Según algunos historiadores estás fiestas tenían un carácter marcadamente licencioso.
Los juegos florales con carácter de concurso literario aparecen en Francia y España ya en la Edad Media (1300). Durante el siglo XIX se organizaron a lo largo de toda la geografía española con tres premios mayores a las poesías presentadas sobre temas patrióticos o regionalistas, religiosos y amorosos. El premio al mejor poema patriótico fue el que dio carácter nacionalista/regionalista a los Juegos, especialmente en zonas como Galicia y Cataluña. A estos tres premios se añadieron otros menores para trabajos históricos, económicos, etc.

La segunda mitad del siglo será época de "resurgimiento" para el gallego, catalán y vasco. Las tres lenguas, que en los siglos anteriores próximos habían quedado limitadas a lenguas de comunicación, se convierten en lenguas de cultura y ciencia con literatos y filólogos como Rosalía de Castro, Curros Enríquez y Eduardo Pondal (para el gallego); José Manterola, José María de Iparaguirre, Luciano Bonaparte (para el vasco); y Jacint Verdaguer, Joan Maragall y Eugeni d’Ors (para el catalán).

Este resurgimiento es posible porque en España, a diferencia de Francia, no existían posiciones jacobinas que defendiesen a ultranza la centralización lingüística (español para todo y para todos). La burguesía moderada no defendía el uso del valenciano, por ejemplo, oponiéndose al nacionalismo del español, sino que defendía el uso del valenciano culto (renaixença de guant) frente al valenciano popular o vulgar (renaixença d’espardenya).

Este proceso de revitalización y normalización de las otras lenguas peninsulares culminará a principios del siglo XX con la creación de las correspondientes academias de la lengua (Real Academia Galega, 1906; Euskaltzaindia, 1918; e Institut d’Estudis Cataláns, 1907).

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