El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), nos dice que gramática es la “ciencia que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones”. Esta correcta definición podemos precisarla diciendo que cuando hablamos de “gramática”, estos “elementos de la lengua” mencionados no nos interesan desde la perspectiva fonética -los sonidos de estos elementos-, ni tampoco desde una perspectiva semántica -el significado de estos elementos-, sino que nuestro interés se centra en saber a qué categoría gramatical pertenecen (morfología) para así poder mejor comprender “las combinaciones” de las que habla el DRAE; comprender cómo funcionan estas categorías, cómo pueden combinarse para formar estructuras, oraciones y frases (sintaxis).
Si utilizamos un símil cotidiano, la morfología es como una enorme despensa en la que tenemos de todo para poder comer (hablar). Podemos pensar que no es necesario conocer los tipos de alimentos que tenemos en la despensa porque lo importante es comer (hablar), y podemos pensar que no es importante saber cómo se combinan estos alimentos porque lo importante es llenar el estómago (pronunciar palabras). Pero si nuestro objetivo es que nuestra comida sea buena (o deliciosa, incluso) , tendremos que aprender a reconocer y clasificar las distintas categorías y subcategorías de alimentos, y aprender las posibilidades y limitaciones que estas categorías tienen para combinarse las unas con las otras. En nuestra despensa podemos tener muchos tipos de harina y pensar que “todo sirve para todo”, pero en la práctica sabemos que no podemos usar el mismo tipo si vamos a preparar pan, pasta italiana, o una base para un pastel. También tenemos conectores de alimentos, como aceite, agua, grasas animales, etc. pero somos conscientes de que no todos tienen la misma función. También sabemos que incluso el origen de los alimentos es importante a la hora de combinarlos; el gazpacho andaluz podemos prepararlo con alimentos cultivados en los Andes, pero tendrá un sabor diferente, aunque seguirá siendo un gazpacho. En la lengua tenemos el mismo caso: no todo sirve para todo. No todas las palabras pueden funcionar como sujeto; los conectores (preposiciones y conjunciones) tienen funciones diferentes; también podemos formar frases mezclando palabras típicas de diversas zonas hispanohablantes, pero tendrán un “sabor raro”. Por todo ello, si queremos que nuestros invitados (interlocutores en el discurso) queden contentos con lo que les hemos preparado (comprendan nuestro mensaje y despierte en ellos el interés) es conveniente que aprendamos a conocer los elementos y las posibles combinaciones que puedan tener.