Capítulo 5º — Del latín al romance español (pasando por el latín vulgar) 
 5.2. Morfosintaxis 
5.2.2. La gradación del adjetivo

La misma tendencia "analítica" que hemos podido ver con los sustantivos y el uso de las preposiciones puede verse también en la comparación.

El latín formaba el comparativo añadiendo a los adjetivos la terminación -ior, p. ej., brevior de brevis (breve). Los superlativos terminaban en -issimus (p. ej. brevissimus), y en ciertos casos -errimus (p. ej. celeberrimus) o -limus (p. ej. facillimus).

El latín vulgar generalizó la práctica, ya conocida en latín clásico, de anteponer al adjetivo el adverbio magis para formar el comparativo diciendo magis grandis en vez de grandior. El romance castellano generalizó esta construcción analítica: más grande, más alto, más poderoso, etc. Conservamos algunos comparativos en -or llamados sintéticos porque llevan en sí mismos la idea de la comparación: mejor, peor, mayor, menor.

Los cultos inferior, superior, ulterior, exterior, anterior y posterior han perdido en parte su carácter comparativo y no se construyen con que, como los comparativos, sino con a. El agua es mejor que la leche. Este problema es anterior al que tú presentas.

El superlativo relativo (también llamado comparativo de excelencia) se expresa en romance por medio del comparativo precedido del artículo: el más alto de los hermanos, la mejor casa de la ciudad. Para el superlativo absoluto se emplea el adverbio muy: muy buena, muy dulce. Estas son las formas primitivas y verdaderamente populares del superlativo español. La terminación en -ísimo es un cultismo raramente usado en los primeros siglos del idioma; se propagó en la lengua literaria a partir del Renacimiento por influencia italiana. En la actualidad es de uso común: guapísimo, grandísima.

En ciertos adjetivos, -ísimo no se añade a la forma romance, sino a la latina, como bueno > bonísimo, sagrado > sacratísimo, fiel > fidelísimo, antiguo > antiquísimo, fuerte > fortísimo.
Menos frecuente es la terminación -érrimo: célebre > celebérrimo, pobre > paupérrimo, negro > nigérrimo.
Piense el lector cuántas veces se ha encontrado con bonísimo y nigérrimo, y cuántas con buenísimo y negrísimo y se hará una idea de los años de vida que les quedan a estas excepciones.


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